martes, 31 de enero de 2012

"The sailors and the vampires" - A macabre tale of love "los marinos y las vampiras" - Una macabra historia de amor

"Chapter One"

I always liked the legends, I am a firm believer that behind every legend there is a truth. This story is part of a collection of stories published by Norma Editorial entitled "The sea is full of mermaids." Here is my adaptation
Siempre me gustaron las leyendas, soy un firme convencido de que detrás de cada leyenda hay una verdad. Este relato forma parte de una colección de cuentos publicados por Editorial Norma bajo el título “El mar esta lleno de sirenas”. Aquí mi adaptación 

Esta leyenda filipina advierte, como muchos relatos populares, que no todo es lo que parece.
The Philippine legend says, like many folk tales, not everything is as it seems.

En la antiguedad ningún barco fue capaz de superar al junco chino por su talla delgada  y su tamaño, era usado tanto por comerciantes como por los piratas. 
El junco navegó libremente por el mar durante varios días, rodeando islas verdes, grandes y pequeñas. Luego de varios días de viaje el barco se detuvo en Capiz, una provincia de la Isla de Visaya, en Filipinas. El mar estaba calmo, las playas eran amplias y de blancas arenas, el terreno era ondulado y  formaba extrañas sombras conforme le diera el sol. Del junco descendieron cuatro tripulantes.
Evidentemente el primero en encabezar la marca era el capitán, viejo lobo de mar que tenia un extraño comportamiento, cada determinada cantidad de pasos se detenía en la arena, inspiraba profundamente, luego movía  su cabeza de un lado a otro observando su alrededor y finalmente afinaba sus oídos para escuchar, vaya uno a saber que cosa. Y los mas gracioso de este grupo era ver  a los tres marineros aferrados a la casaca del capitán, uno detrás de otro de mayor a menor, formando una perfecta escalera. Caminaban detrás del capitán, sin levantar la vista del piso, prendidos a su ropa con la desesperación de un náufrago tomado de un salvavidas debido a que los marineros de mareaban en tierra firme.
El capitán los guiaba hacia el centro del poblado orientándose por ecos, imágenes borrosas y señales de aromas cambiantes que le acercaba el aire limpio y fresco. Porque el capitán, sin que su tripulación se hubiera percatado, durante los últimos años había ido perdiendo gradualmente la vista.
Fue su  entrenado olfato el que le indicó que pasaban cerca de una plantación de caña de azúcar y el que después lo hizo detenerse bruscamente frente a una casa. Del interior emanaban combinaciones de perfumes  exóticos que lo intrigaron. Reconoció la fragancia de las orquídeas, los condimentos de una comida preparada con frutos de mar… Pero lo desconcertó un olor dulzón que no pudo definir y que le pareció fuera de lugar, extraño olor  pensaba el capitán, muy similar al olor de la muerte en los cementerios. Mientras el capitán intentaba identificar su origen, uno de los marinos alzó la cabeza para observar el frente de la casa.
Y sin ironía, dijo:
—Qué buena vista, capitán!
El viejo capitán se acercó a la residencia.  Casi a medio metro de sus ojos  pudo ver un pequeño cartel escrito a mano colocado sobre la puerta que decía: ALOJAMIENTO-PENSIÓN.
Los marineros felices entraron y fueron recibidos amablemente por una mujer viuda y sus tres hijas. Mientras arreglaban el precio por la estadía,  por las ventanas se filtraba la luz rosada del atardecer bañando el interior de la pension con un color cada vez mas sanguinolento.  En los ojos de las mujeres se reflejaba con destellos púrpuras y rojos creando un efecto escalofriante, hasta mortal.  Pero ni el capitán ni los marinos los notaron. Sus cuerpos eran demasiado hermosos y livanos de ropa como para que los marinos se fijaran en sus ojos.
Llegó la noche y durante la cena los hombres probaron la comida más grata de su vida. Tallarines con carne de cerdo y pollo, cazuela de mariscos, atún, langosta, langostinos. Cocinados a punto y acompañados por conversaciones entretenidas y el néctar de la flor de coco dulce. Los tres marinos nunca habían recibido semejante hospitalidad, y más tarde, cuando subieron a sus habitaciones, el mas alto dijo:
—¡Qué comida!
El comentario fue recibido con carcajadotas de entendimiento.
—¡Y qué mujeres! —respondió el marino mediano con picardía
Otra vez las risotadas, ahora con guiños.
Se hizo un silencio mientras el marino más bajo rebuscaba en su mente un comentario.
Finalmente exclamó:
—¡Y qué tenedores!
Los otros rieron aprobando.
—En serio —repitió el más bajo—. Los tenedores, ¿no parecían otra cosa?
—¡Tenían la forma de los huesos de una mano humana! —respondió el mediano, aún riendo.
El más alto gritó, también riendo:
—¡Es cierto! ¡Todos los cubiertos estaban hechos con verdaderos huesos de esqueletos!
Las risas de los marineros disminuyeron, sus cabellos se erizaron, la piel se les puso pálida, sus bocas quedaron abiertas. Estuvieron tan embelezados con las mujeres que no se dieron cuenta inmediatamente de esos detalles. Se miraron unos a otros aguantando un grito de terror.
El capitán no tenía resistencia para trasnochar. Se había ido a dormir horas antes. Los marinos corrieron a comunicarle su siniestro descubrimiento, pero se equivocaron de cuarto y entraron al dormitorio de una de las tres jóvenes. Desde el balcón la luna se detuvo sobre sus rostros aterrorizados. Los marinos acababan de descubrir que la dueña de la habitación no estaba.
Es decir, estaba y a la vez no estaba, técnicamente no se encontraba  en su totalidad. La mitad inferior de su cuerpo reposaba descuidadamente sobre la cama. Y la otra mitad no aparecia. A su lado, sentada en un sillón con las piernas cruzadas, se hallaba una de sus hermanas. La otra se encontraba parada frente a una biblioteca. Pero en realidad, no estaban absolutamente ninguna de las tres. Digamos que no se encontraban enteras. Sólo se encontraban sus mitades inferiores. Las mitades superiores habían desaparecido.
(Continuara) (To be continued)
Adaptado por Dark Wolf

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