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"El Crucifijo"
Se arrodillo una vez frente al crufifijo que tenia en su cama, ya había perdido la cuenta de las veces que se planto frente a El. La vida del Monasterio era rutinaria y tediosa. Puertas adentro no parecia un monasterio si no mas bien el mismo infierno, muchas veces se cruzaba por su mente, que al menos en el infierno no eran Hipocritas.
Su decisión estaba tomada, las aberraciones que cometía el hipocrita del Monseñor le habían rebalsado la paciencia. Aquella iba a ser la tarde en la que por fin lo hiciera. Llevaba mucho tiempo pensándolo y ya estaba todo decidido. Iba a terminar con las cadenas que la ataban a aquella vida de mierda de la manera más rápida y los mas hereje posible. Se acercó hasta su cama y miro fijamente el crucifijo que había sobre ella. Lentamente se quitó el hábito de monja que tanto le había jodido durante aquellos años y, completamente desnuda, miré desafiante al Crucifjo, se imaginaba al monseñor clavado ahi, mientras ella le ponia los clavos en el cuerpo de él.
La joven dice:
-Tú poder sobre mí, se termina aquí.
Y con toda la determinación que había acumulado en las últimas semanas, lo descolguó de la pared y lo sopeso en sus manos. Tenía el tamaño adecuado. Lo acariciaba lentamente y le escupió varios salivazos hasta embadurnarlo por completo. Al principio le dio asco, pero no más del que ya daba sin ellos.
Se tumbó sobre la cama, se abrio de piernas, cerro los ojos y dejo su imaginación volar hacia los placeres que el infierno le ofrecía, suavemente se lo metio en su vagina. Pero aún así le dolía, el muy cabrón hasta en eso le hacía daño, pero no iba a parar. Ya no.
Con mucho cuidado para no desgarrarse nada ahí abajo, empezo a meter y sacar el crucifijo. Pronto dejo de notar el dolor y empezo a atisbar el gustito característico de todas aquellas caricias que había tenido que reprimir durante tantos años y por las que se había sentido tan culpable cuando no lograba resistirse a la tentación.
La joven aumento el ritmo y el placer creció. ¡Qué maldita pecadora era y qué gusto le daba! Cada vez sentía más cosquillas en la tripa y cada vez aumentaba más el ritmo. Ya cuando la temperatura se le subió, empezo a tocarse uno de sus grandes y turgentes pechos, rozándose el duro pezón y pellizcándoselo suavemente con dos dedos. Lo mismo hizo con el otro y luego hizo que la misma mano se deleitase con su barriga. Se metio un dedo en el ombligo y penso que era una lástima no tener otro agujero ahí. La joven pensaba en todas las cosas que se podrían hacer con el crucifijo.
Sin dejar de menear el crucifijo dentro de su sexo, dejo que su dedo se deslizase por su costado hasta llegar al colchón y, levanto apenas sus nalgas, lo coloco entre su cuerpo y las sábanas. Se tumbo de nuevo sobre la cama y se acaricio delicadamente su ano antes de hacer presión en él. Profano su culo y fue la primera vez que cometió el gravísimo pecado de la sodomía. Era toda una hereje y a la joven le encantaba.
Dejo el dedo ahí quieto ya que no era capaz de mover los dos brazos a la vez y se concentro en el crucifijo. Lo metía, lo sacaba y lo volvía a meter tan rápido como podía. El cosquilleo continuó, la intensidad del placer aumentó. Su respiración se agitaba cada vez más y comenzaba a jadear. Su columna se arqueó, su ano se apretó en torno al dedo y le sobrevino la mayor oleada de placer que jamás haya tenido. Fue el mejor orgasmo de toda su vida.
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